El hombre apagado
Sinceramente pienso que a estos no les importa si fumas o no, no quiero en mi vida a estos personajes políticos, se han metido en nuestras vidas hasta la mismísima alcoba, nunca me he fiado de estos eventuales funcionarios, no me imagino a la generación del 27 fumando fuera del Café Gijón, o pensar en unas de sus tertulias sin un buen puro habano, sentados en una fría mesa  y al abrigo en una manta, que horror.

Los tiempos cambian gracias a lo que no están envenenado con sus vacunas, a los que después de estar consumiendo más de 15 años medicamentos, los retiran del mercado, porque se están dando casos de canceres, o problemas cardiorespiratorios  en muchos casos. ¿Han visto el  incremento de este tipo de enfermedades en la población sin antecedentes genéticos?

Mientras no se denuncien a los que ponen pesticidas en los conservantes de las comidas, al mismo tiempo creando productos transgénicos,  estoy seguro que hay más diabéticos por todo eso que por el tabaco.
Esa gente que no fuma, mal educan a sus hijos con alimentos basura, helados con 80 % de químicos, se lavan los dientes con flúor, beben el agua de sus grifos con flúor, tengo una lista interminable, pero, con el respeto de un fumador, seguro que yo tampoco fumaria, hasta que no se denuncien otras tantas de miles de fechorías permitidas por estos individuos, no creeré en la falsa preocupación por la salud que pretenden vendernos a todos.

Me imagino Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, un lugar deprimido donde una dulce pastilla nos colmara en un paisaje soñado, por cualquier situación de crispación una pastilla. Hemos creado una sociedad intervencionista, hasta el punto que sus leyes son tan sagradas para nosotros como cualquier religión judeocristiana o derivadas de ellas para un ortodoxo.

Fundamentalizamos el camino hacia el hombre apagado, en eso es en lo que nos hemos convertido, seres sin respuestas a los estímulos, encerrados en vida sin entender que somos algo más que un simple número, un simple voto.