EL DÍA QUE CAMBIÓ MI VIDA
Homenaje a las personas que vivieron conmigo ese día fatídico del 27 de febrero de 2010, donde ya nada fue igual. Hoy hace un año justo de aquella noche.
Escrito el día 01- marzo-2010
Sentí que la tierra se movía como si fuese de goma y me lanzaba para los
lados, estábamos a oscuras, no había luz, solo ruido, y nunca paraba, más de
tres minutos y medio.
Un terremoto de los más intensos del planeta, ni siquiera
sabía lo que hacer, si me tragaría la tierra, o me aplastaría el techo de esta
casa como a otras gentes, edificios de 15 pisos caídos al suelo, parecía una
eternidad solos en unos minutos, y no pude articular palabra, solo sentí que
decían a mi lado, mama deja que la televisión se caiga, sálvate tú, que las
cosas no valen nada, quiero que te salves tu.
La noche nos salpicaba con su lengua, y ya solo esperé ese momento final,
pero cuando me escupió al suelo, sentí que me levantaba de un impulso, y el
silencio se adueñó de la habitación, de ese pasillo que benevolentemente nos
acarició hacia la vida, siendo amable en el último momento.
La gente salía despavorida a las calles, casi desnudo, preguntándonos si
estábamos bien, y eso pudo cambiar el concepto que tenía hasta entonces de la
vida.
Cuando paró el seísmo, no teníamos luz, y todos se abrazaban por estar
vivos, nunca antes viví tanta solidaridad entre la gente, entre los vecinos,
abrazados queríamos sentirnos, llorar, te prometo que me resistí a hacerlo,
porque aquí no se trata de ser más fuerte, si no de estar lleno para vaciarse
en ayudar a otros.
Toda la noche hasta la primera luz en el cielo, tomando té, sintiendo las réplicas
unas detrás de otras, como compases de un sinfín de notas, que te hacían crujir
de miedo, de impotencia, de no poder mandar callar a la tierra, postrarla al
silencio, hasta hoy quiere danzar empujando esta cordillera como si fuese suya,
abrigarse de ella.
Pero lo mejor de esta gente está en su fuerza interior, los oía gritar
estamos vivos, dios nos ha conservado estas manos para seguir adelante, las
manos que les permitirían volver a levantar sus casas, parecía que el chasquido
de la furia no les había vencidos, estaban vivos con sus manos abiertas te
apretaban el rostro, y sentí como si un pacto de amor me hacía suyos, tener o
no tener.
El rugido de la tierra realmente no les había arrebatado el mayor tesoro
que poseen, sentí sinceramente que no valía nada, me sentí desnudo, como ese
chico que se acercó a la casa preguntándonos si estábamos bien, y no le importó
recorrer toda una calle ofreciendo de casa en casa y a oscuras en ayudar a la
gente.
Santiago, esta ciudad inmensa parecía dormida, recién llegada la mañana las
primeras luces era como un dulce regalo, aún no había salido el sol, y me
invitaron a buscar a una persona, por si estaba bien, tomamos el auto y nos
adentramos en pleno corazón de la ciudad sin saber que nos íbamos a encontrar,
las heridas se veían paso a paso en cada fachada de las pocas casas de adobe
que existían, edificios heridos ante tanta brutalidad.
Fueron como dije tres minutos y medio, quizás más, las gentes todas en las
calles, madres que abrigaban a sus bebes arropándolos con las pocas mantas que
lograron sacar, calles derruidas.
Sentimos la radio en espera del alguna noticia, las emisoras dejaban de
emitir debido a cortes de luz, casi toda la ciudad estaba colapsada, nos
adentrábamos por una calle anegada de agua, parecía un pequeño rio, y de pronto
sentimos de nuevo la radio, atención no se asusten mantengan la calma, empieza
una réplica, y era fuerte, todo temblaba, los autos se quedaron detenidos en
medio de la carretera, esperando que cesase, que dejase de sacudir el balanceo
que nos atizaba de un lado al otro.
No encontrábamos el edificio que estábamos buscando, esta ciudad es como
dije muy grande, y estábamos nerviosos, hasta que por un golpe de suerte
mirando edificio tras edificio, dimos con él, allí estaba el padre de Claudia,
estaba bien, y nos sentimos calmados.
Gente que habían perdido sus casas, y edificios que no volverían a ser
habitados, un espejismo, ese paisaje dantesco que nos bañó aquel amanecer,
volvimos a casa con miedo por la vía donde pasa el metro, un lugar seguro que
resistió el empuje de la placa, esa que liberó 900 veces más energía que el
famoso terremoto de Haití, supimos que habíamos vivido el seísmo más virulento
de los últimos 50 años, y habíamos sobrevivido a 8.8 de escala de Richter.
Desde entonces no he parado de sentir las réplicas, hasta la que estoy
sintiendo en estos momentos que escribo. Quizás cuando deje de escribir estas
líneas empiece de nuevo la tierra a danzar, pero no me sentiré perdido de
nuevo, porque lo que he aprendido no está en los libros, ni siquiera la vida te
lo da por qué sí, pase por este camino y ella me guiño su ojo, ahora te llevo
conmigo, cada vivencia.
Como decía Simuhé, no escribo esto para los dioses, ni tampoco para los
hombres, si no para mí mismo, todo cuánto y cómo lo he vivido, se lo debo a la
receptividad humana de esta dura experiencia, por eso, siento que le debo mucho
a esta gente.
Homenaje a aquellas personas que vivieron a mi lado ese día fatídico, donde
ya nada fue igual. Hoy hace un año justo.
Escrito el día 01- marzo-2010
Homenaje a aquellas personas que vivieron a mi lado ese día fatídico, donde ya nada fue igual. Hoy hace un año justo.
Escrito el día 01- marzo-2010
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